esidencia solariega de Don Manuel Tomás de la Canal y Bueno de Baeza. Inició su construcción en 1735. En 1809, las madres Religiosas Carmelitas Descalzas de Querétaro, fundadoras del convento de Teresas, compraron esa finca (8,152ps.) El acondicionamiento del inmueble se ecomendó a don Manuel Tolsá que presentó los planos en noviembre de ese año: proyectó una iglesia en la esquina norte del camino a Celaya: siendo el diseño de estilo neoclásico; comprendía columnas jónicas en el claustro y una portada con espadaña de tres arcos. No obstante su ejecución fue suspendida por falta de la real cédula confirmatoria y haber estallado la lucha independiente. En 1949 y con la alta finalidad de instituir una Escuela de Artes, compraron la finca los señores Don Enrique Fernández Martínez – dos veces Gobernador que fue, del Estado de Guanajuato – y el doctor Felipe Cossío del Pomar.
Inaugurada la restauración primordial abrió sus puertas la Escuela con el nombre de INSTITUTO ALLENDE (1951) incorporándose a la Universidad de Guanajuato; y en 1952, el Sr. Fernández Martínez, con espíritu emprendedor y patriótico prosiguió la restauración de nuevas y fundamentales secciones; impartiendo en el Instituto Allende cursos de Pintura Mural, Fotografía, Litografía, Cerámica, Tejidos, estampados en Tela, Platería, etc. Contando con amplias salas de Estudio, trabajo y exposición; horno de cerámica; mesas de tenis; frontón, alojamientos confortables y eficientes servicios generales. Se implantó la galería de exposición y constante exhibición de artes. También se inició en una de sus salas un museo local con especialidad en cerámica y diversos objetos de las antiguas culturas indígenas de la región.
La prominente portada señorial y severa del Instituto presenta un nicho con la imagen de la patrona de la familia Canal; la Santísima virgen de Loreto.
La bóveda por arista y los muros de la capilla conservaban parte de los antiguos frescos, habiendo un Cristo de bulto, de labra indígena; una cómoda de madera policromada y espejos, una arqueta del siglo XVIII – portadora de bulas que providenciaban la creación de un convento – un confesionario; un divino rostro del pintor Ibarra, el retrato de una religiosa en su toma de hábito, un lienzo con la alegoría de la “Caída de Adán” y una mesita de laca.
El inmenso edificio del instituto se caracteriza por sus amplias proporciones, arquerías, patios, claridad, bellos jardines, arboleda y vista.
Varias importantes personas, altos dignatarios lo han admirado y loado. Un presidente de la Nación exclamó: “Esta obra es de gran envergadura, prestigia al país y merece nuestra felicitación y estímulo”. Todo espontáneo.
En rigor, el Instituto Allende asumió en sus principios la excelsa función rectora que antes tuviera el Colegio de San Francisco de Sales y en sus principios constituyó un Centro de la Cultura que ha enaltecido a la Ciudad y al país. De hecho, lugares y casos como el que se narra y recuerda, iniciaban la reaparición de nuestra hermosa e histórica San Miguel de Allende que por largos tiempos fue olvidada, pero siempre conservando y continuando su gloriosa tradición intelectual y la majestuosidad y belleza de muchos edificios.